Guasón


(No maten al mensajero) 

En una entrevista le preguntaron a Hitchcock su opinión acerca de los estudios sociológicos de la época que señalaban que las películas o los programas de televisión violentos podían influenciar negativamente al espectador a lo que el maestro del suspenso respondió que eso era posible pero solo con las mentes que ya estaban enfermas previamente; el director amplio su respuesta con una anécdota sobre un niño de siete años que le pregunto en una ocasión con qué había simulado la sangre en Psicosis, enfatizando el hecho de que el niño entendía que aquello era falso. Menciono lo anterior debido a la polémica que se ha generado alrededor de la última película de Todd Phillips acerca de una supuesta apología de la violencia. Sin embargo, a pesar de que Joker sí es una película violenta y cruda en ningún momento elogia su propia crueldad, la cual funciona como una herramienta narrativa que contribuye a que el protagonista llegue a su resolución.

Arthur Fleck es presentado como una persona auténticamente jodida cuya existencia se basa en una lucha interna por reprimir sus oscuros impulsos, una batalla que va perdiendo a cada segundo debido a las circunstancias en las que le toco vivir, y a quien la sociedad le da la espalda y que, incluso, lo convierte en un paria, aunque, irónica e involuntariamente, esa misma sociedad se ve reflejada en él. En esta cinta, el Joker es humanizado y lejos de ser el príncipe payaso del crimen que conocemos en los comics aquí es un individuo frágil que tiene que lidiar con problemas cotidianos que se le van acumulando y que poco a poco lo van acorralando hasta que abrazar su propia locura y abandonarse a un nihilismo absoluto parece ser su única opción. En ese punto, creo entender porque algunos críticos han mencionado que no es una película adecuada para los tiempos que vivimos actualmente, pero se les olvida que todo arte es un reflejo de su época, de modo que no deberían estar cuestionando la violencia de una película sino de la que somos testigos a la vuelta de la esquina o de cada acto atroz del que se da cuenta en los noticiarios ya que es muy sencillo encontrar similitudes entre la Gotham City que nos presenta Todd Phillips y nuestra ciudad. 

La película también aprovecha para hacer un comentario político-social, en el que señala la insignificancia de un individuo en relación a un sistema que no se tienta el corazón a la hora de dejar sin fondos los programas sociales aunque eso signifique cortar el suministro de medicamentos que necesita alguien enfermo, quizás, mentalmente; un sistema que se ve representado en la figura de un Thomas Wayne, un candidato para alcalde, muy alejado del idealismo con el que Batman recuerda a su padre dentro de las viñetas y que en esta representación el personaje tiene su símil más próximo en los whitexicans y fifis que creen que los pobres son pobres porque quieren.

Hablando de sus valores de producción la película es sencillamente extraordinaria, y es que tiene una manera terriblemente hermosa de revivir los años ochenta y de crear una atmosfera deprimente como escenario para su protagonista, además de manejar un lenguaje cinematográfico claro. El diseño de arte, la fotografía, la corrección de color, el score, todo, en resumen, es espléndido y todos esos elementos están al servicio de Joaquin Phoenix quien merece una mención aparte por la interpretación que brinda, los matices que le otorga a Arthur y al Joker, que, cabe mencionar, son dos personas completamente distintas; la fragilidad de uno y la solvencia del otro, respectivamente y no sé si es demasiado  arriesgado asegurar que esta es su mejor actuación porque Phoenix es uno de los mejores actores de la actualidad y tiene en su colección otros papeles que han sido igual de desafiantes que este. Algo que es difícil de asimilar es que el director y co-guionista de Guasón es el mismo que alguna vez realizo la trilogía de Hangover pues su evolución narrativa es una salvajada y es que se nota su compromiso por hacer una película muy particular.

En conclusión, Guasón es una película que se debe ver sí o sí y que supone una evolución en el género del cine de superhéroes, sin embargo, hay que reconocer que la cinta tampoco está descubriendo el hilo negro de la cinematografía sino rescatando una manera de hacer películas pues bebe, en ocasiones descaradamente, del cine de Martin Scorsese de los años setenta en los que el director neoyorkino rodo filmes como Taxi Driver o El rey de la comedia, pero en los tiempos que corren en los que el CGI predomina en la pantalla y que lo políticamente correcto condiciona arbitrariamente, el hecho de que aparezca una película como esta, protagonizada por un villano, visceral y realista que no se disculpe por ser lo que es se agradece.  



Comentarios

Entradas populares