Amor imposible

He perdido la cuenta de las veces que he comenzado a escribir esto, cada vez que lo he hecho me parece que pierdo el rumbo y comienzo a divagar y no encuentro el modo de volver al sendero original, llegue a la conclusión que si ha ocurrido eso es porque en el fondo no quiero terminar porque hacerlo sugiere delatar mi lado patético e inseguro y en el fondo eso no me gusta, pero forma parte de mí, muy a mi pesar; también me parecía que cada comienzo era un tropiezo, tampoco me gustaba como iniciaban los ensayos, frases como “el mundo está plagado de mujeres” me parecían  fuera de lugar y hasta cierto punto contradictorias. ¿Por qué? Porque de lo que quiero hablar es de un amor imposible y si verdaderamente pudiera creerme ese tipo de frases, en vez de escribir esto para encontrar algún tipo de desahogo, estaría fornicando con alguna de esas mujeres que, supuestamente, tanto sobran en el mundo; ese es mi prologo.

Antes de entrar en faena debo aclarar algo, el amor imposible no existe o cuando menos no es lo que popularmente bautizamos como tal, si tuviéramos una pizca de honestidad y nos atreviéramos a ver la realidad como se debe utilizaríamos un término muy diferente que carece del desfigurado sentido de romanticismo que tanto nos gusta y que fácilmente nos conduciría a un análisis psicológico, me refiero a la obsesión, si, esa bastarda, que también puede provocarnos impulsos que a su vez pueden desembocar en acciones poco lógicas, por decirlo de una manera decente, acciones que van desde lo gracioso y ridículo hasta lo verdaderamente intimidante, podría poner el ejemplo de la serenata que culmina con, cuando menos, una cubetada de agua en la mollera y/o en el peor de los casos en un ministerio público, pero creo que tal situación está muy gastada, de cualquier modo creo que sirve bien para efecto de comprensión.

Bien, ahora si, hace cosa de un mes cambie de celular después de permanecer una larga temporada con el mismo, era un Motorola color azul diamante al que bautice como “El escarabajo azul”, en parte fue por la forma en que asemejaba a un escarabajo, pero mayormente fue por el superhéroe homónimo de DC, me sirvió de manera leal y en los casi cuatro años que lo utilice solo necesito de una reparación que, por cierto, resulto barata, no puedo negar que cuando lo jubile, debido a la nueva era tecnológica que se actualiza con frecuencia, tuve cierta nostalgia, pero el momento de seguir adelante había llegado, sobre todo porque la cámara fotográfica y de video de dos megapíxeles, que de por sí ya se estaba quedando atrás, había dejado de funcionar y el display coqueteaba mucho con la estática en sus últimas fechas; el sucesor fue un Nokia con pantalla touch que apenas salió al mercado, incluía básicamente lo que parece indispensable hoy en día, hasta el momento parece tan funcional y leal como el escarabajo pero solo el tiempo demostrara hasta donde lo es.

Me encontraba recostado boca abajo en la cama con la cabeza apoyada en una almohada y los brazos sobre esta, pasando la información de un celular a otro, había terminado de transferir el directorio telefónico y me dispuse a vaciar las notas que con el tiempo había almacenado en el escarabajo, no eran muchas, tampoco eran versiones definitivas, solo eran ideas sin desarrollar, la esencia de lo que quería decir; las escribí ahí porque en muchas ocasiones es mucho mas fácil teclear en el celular que sacar la libreta de la mochila y ponerte a garabatear en el metro y es peor en hora pico, pero uno nunca sabe cuándo le va a llegar un momento de lucidez, así que pronto me acostumbre a hacerlo de ese modo. Entre esas notas se encontraba una que era un intento de poema en prosa o un ensayo mal logrado, no sé a ciencia cierta que era, lo único seguro es que se trataba de algo que escribí hace unos tres años y medio, lo sé porque las palabras utilizadas son las de alguien que apenas se inicia en el arte de escribir, si, ya sé que aun ahora no soy un premio nobel en potencia pero he mejorado considerablemente desde entonces, tal escrito lo he tenido presente casi todos los días desde que nació dado que la persona a quien va dedicado tiene la mala costumbre de hacer apariciones ocasionales en mi lugar de trabajo y no es que me moleste, en realidad sigue siendo una delicia verla andar pero creo que eso no le da derecho a torturarme mostrándome lo que no ha de ser mío en la vida, de cualquier forma, el título extraoficial que le di a tal cosa es “Voceadora vocera” y si, es una referencia cínica a un poema de mi favorito, Mario Benedetti que se titula “Corazón coraza”, tengo que señalar que el mío dista mucho tanto en el contexto como en la calidad del original.

“Ni de mi nombre se acuerda y yo vivo envidiándole el tacto a su guitarra… su cabellera un día es fuego y al otro se asemeja al oro… doy gracias que haya devuelto la sensación a este enfermo corazón que no pierde la oportunidad para verla de lejos y cambiar el rumbo de sus rezos” fragmento de “Voceadora vocera” (Editado)

Eso último de los rezos siempre he estado consciente que fue una exageración, una blasfemia y una mentira, pero por aquellos días pensaba que tenía que hacer ese tipo de cosas para impresionar a una mujer, hoy día me da lo mismo si a alguien le ha parecido bien o se ha ofendido con lo que digo, lo que yo hago y escribo es meramente basado en mi perspectiva de las cosas y si alguna persona quiere refutarme está en su derecho.

No diré el nombre de la voceadora, eso ya es una costumbre que tengo arraigada gracias a un argentino de credibilidad sospechosa que apelaba siempre a las normas de discreción, pero si quieren conocerla mejor puedo decir que, y disculpen mi lenguaje soez pero, tiene un culo de su puta madre, de ensueño, aunque, desafortunadamente, no lo explota tanto como debiera o como los que la conocemos quisiéramos que hiciera a la hora de vestir, lo demás de ella no es tan relevante, sus senos, a ojo de buen cubero deben ser copa A, su cintura está bien definida pero no es muy perceptible el hecho gracias al uniforme azul marino de “El universal” que viste en horario laboral; su rostro, a pesar de tener facciones sutiles siempre me ha recordado a Cillian Murphy, lo cual es, de hecho, y para acallar algunos rumores sobre el asunto, lo más cercano que he estado  de coquetear con la homosexualidad, y no porque Cillian Murphy me parezca atractivo, pero es que en serio se parecen, los ojos, la nariz y la boca son casi idénticas, cualquiera con buena habilidad de observación o cualquiera que pueda verle otra cosa además del trasero, podría constatarlo.

La invite a salir un par de veces y ella, el mismo número de veces, se negó; deje el asunto por la paz, tenía cosas más importantes que pensar en esos fechas; con el tiempo  he aprendido a sobrellevar el asunto, si aparece me comporto de manera estoica pero amable, sino aparece no me desespero pero si acaso un día ella se prestara, no me molestaría conocerla mejor, más allá de saber que por las mañanas distribuye la nota roja en un rincón de las instalaciones del metro y que gusta de tocar la guitarra por las tardes.

Para terminar tenía planeado escribir una especie de moraleja, esperaba que al escribir se me revelara, ya saben, una especie de epifanía, la cual no llego, pero tengo una conclusión, que ya es ganancia, y es la siguiente: sé que no va a cambiar nada, que no llegara el momento en que me mire de la manera en que quisiera y que no va a cambiar el rumbo de mis rezos, pero algunas noches no puedo evitar envidiar el contacto que tienen sus manos con su guitarra.

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